miércoles, 12 de julio de 2017

Yo no os perdono.

 Yo no os perdono.
Yo no os perdono.
Yo no os perdono.
¿Y sabéis por qué no os perdono? Porque no os juzgo. Porque el perdón nace del juicio. El perdón nace del enjuiciamiento que conduce a la conclusión de que algo se hace, se dice, se omite, de forma incorrecta. El perdón nace del juicio, y el juicio nace de la sensación de ser superior, de ser capaz de determinar si lo que se hace, se hace de forma correcta o incorrecta; si lo que el otro hace, lo hace de forma correcta o incorrecta; si lo que yo hago, lo hago de forma correcta o incorrecta.
El perdón nace del juicio, y de la capacidad de culpar, y de esa capacidad de culpar, desde el punto de vista que da la superioridad, o la creencia de superioridad sobre los demás, nace también la capacidad de perdonar; de aquel que pudiendo castigar, no castiga; de aquel que enjuicia y llega a la conclusión de que algo se ha dicho, hecho, u omitido de forma incorrecta, y aun siendo capaz de castigar, aun teniendo derecho, o creyéndose con el derecho a castigar, no castiga. Eso es el perdón.
Yo no os perdono.
No os perdono, porque no os juzgo.
No os perdono porque no soy quien para juzgar.
No os perdono porque no se puede juzgar a un águila por volar, no se puede juzgar a un árbol por dar sombra, no se puede juzgar aquello que es natural a la evolución. Nada de malo hay en ello. Todo aquello que decís, todo aquello que hacéis, todo aquello que omitís, es natural a vuestro camino, a vuestra evolución. Nada de malo hay en ello, nada condenable, reprochable, nada criticable. Tampoco nada digno de elogio o recompensa, nada que merezca que os enaltezcan.
Yo no os perdono, pues no hay nada que perdonar, no hay nada que juzgar; simplemente todos y cada uno de nosotros seguimos el camino de la evolución.
Todos y cada uno de nosotros hacemos aquello que debemos hacer en nuestro camino.
Todos y cada uno de nosotros realizamos aquello para lo que hemos venido a esta encarnación, a esta realidad dual.
Yo no os perdono, pues no os juzgo.
Yo no os perdono, pues en la unidad ninguno es juzgado.
Yo no os perdono, pues en la unidad nada es criticable, ni recompensable; simplemente es, sin adjetivos, sin castigos ni recompensas, sin calificativos; simplemente es.
Yo no os perdono, pues no os juzgo, pues hacéis aquello que corresponde a vuestra naturaleza, y nada de criticable puede haber en hacer aquello que corresponde a mi naturaleza interna, aquello que soy. No os castigo ni os recompenso, pues todos y cada uno de nosotros actuamos en función de nuestra naturaleza, y nada malo ni nada bueno hay en ello; simplemente es.


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