La verdadera maestría
de un sanador no se forja en su capacidad para detectar, para ver, para
manipular y controlar un campo energético. La verdadera maestría de un sanador
no se forja en su capacidad para ver, para manipular, para dirigir la energía
que recorre tanto el aura como el cuerpo físico. La verdadera maestría de un
sanador no se forja en su capacidad para conectarse con los registros akhásicos,
en la capacidad para ver el aura, en la capacidad para ver o sentir los chakras,
los meridianos o los puntos energéticos de distinta naturaleza que puede
activar. La verdadera maestría de un sanador se forja siempre, sin excepción,
en el respeto; en el profundo respeto a su camino y al camino de aquellos que
en un momento dado recurran a él.
El respeto es el más
importante de los instrumentos que un sanador tiene a su disposición. El
respeto es el más importante de los instrumentos que un sanador debe
desarrollar, más allá de la capacidad para ver, detectar, sentir o presentir el
aura, los campos energéticos, los chakras o los meridianos. Más allá de la
capacidad para ver, sentir o presentir la verdadera raíz de aquello que
vosotros llamáis síntomas o enfermedades físicas. Más allá de la capacidad para
ver, sentir o presentir el origen de las incoherencias que se manifiestan en
enfermedades, o en dolores, o en síntomas físicos. Más allá de la capacidad
para ver, sentir o presentir cuál es el verdadero origen, en definitiva, de lo
que vosotros llamáis enfermedad.
Más allá de todo eso, la verdadera maestría de
un sanador se desarrolla, se ejercita, se perfecciona en el respeto. El respeto
al camino propio, y respeto al camino ajeno. El respeto hacia los caminos que
nuestras almas trazan y que escapan al entendimiento de nuestros egos. El respeto
profundo, inequívoco, eterno hacia el camino. El camino que nos lleva a la
evolución, la evolución que da sentido a nuestra existencia, tanto a la
existencia de nuestros egos, como a la existencia misma de nuestras almas. El
respeto al camino, el respeto a la capacidad de recorrer ese camino en libertad
viviendo las experiencias que nuestras almas y nuestros egos escogen. Viviendo
las experiencias más allá de los juicios que nosotros hagamos, de las
experiencias que los demás, entendiendo los demás como aquel ajeno a nosotros
mismos, viven.
Somos unidad.
Respetar el camino ajeno es lo mismo que
respetar el camino propio.
Somos unidad.
Soy unidad.
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