Un verdadero maestro
no enseña.
Un verdadero maestro
permite que su discípulo aprenda, facilita su aprendizaje, le guía, le orienta,
pero no le fuerza, no le controla ni le manipula para que recorra un camino en
concreto.
Un
verdadero maestro demuestra al discípulo que se puede recorrer un camino, sin
embargo, deja que sea el propio discípulo el que descubra cómo, pues los pasos
son distintos en cada caso, los pasos que sirvieron al maestro de nada sirven
al discípulo. Los pies del maestro son distintos a los pies el discípulo.
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