miércoles, 29 de marzo de 2017

El Principio de Redención


El principio de Redención expresa el derecho de toda alma a buscar y encontrar la luz. El derecho de toda alma a que, sea cual sea su camino evolutivo, incluso un camino que desde el punto de vista del ego nos parezca involutivo en muchas ocasiones, podrá encontrar la luz, podrá unirse a la luz, podrá ser en la luz.
Redención significa que ningún alma queda atrás, ninguna alma es olvidada, todos los momentos del camino cobran sentido en la evolución, incluso aquellos que desde el punto de vista del ego consideramos pecados, incluso aquellos que desde el punto de vista del ego consideramos errores.
Redención significa también el derecho a seguir nuestro propio camino, sea cual sea, para encontrar la luz
Redención significa también, que pese a que en un momento dado nuestro camino abrace la sombra, o mejor dicho, gracias a que en un momento dado nuestro camino abraza la sombra, podremos seguir también nuestro camino hasta que lleguemos a la luz, y seamos en la luz. No olvidemos que la sombra forma parte del camino, no olvidemos que abrazar la sombra es abrazarnos a nosotros mismos en nuestra totalidad, aceptarnos según el principio femenino de la aceptación, para poder evolucionar hacia la luz.
Aunque la luz sea aquello hacia lo que tendemos, tenemos que respetar también la ley del equilibrio, y vivir las experiencias que la sombra tiene para nosotros, para que en la sombra, para que en la oscuridad, podamos conocernos completamente, en unidad, en complitud, no percibir solo aquellos aspectos de nosotros mismos que nuestro ego pueda considerar luminosos, sanos o elevados, si no al contrario, abrazar todo aquello que somos en su complejidad, en su unidad, para que nuestra evolución sea completa.

Evolución implica también cambio, evolución implica también progreso, evolución implica también sanar, iluminar aquello que necesita ser sanado, aquello que necesita ser equilibrado en la luz, aquello que necesita ser iluminado. En ese sentido, tenemos que abrazar todo aquello que somos, que hemos sido y que seremos, para conocernos en nuestra complitud, en nuestra complejidad y en nuestra unidad. En ese sentido, no podemos renunciar a ninguna parte de nosotros, pues esa renuncia equivale también a una negación de aquello que somos, y ningún alma debe negar aquello que debe experimentar, para poder evolucionar de forma completa, aquello que negamos nos es devuelto a nuestras experiencias, a nuestro camino una y otra vez, hasta que al final lo abrazamos, lo aceptamos de buena fe y lo integramos como parte de nosotros, de nuestro camino. Solo entonces podemos liberarnos de esa experiencia, sea cual sea, solo entonces nuestro camino puede seguir en equilibrio.

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