El principio
de Redención expresa el derecho de toda alma a buscar y encontrar la luz. El
derecho de toda alma a que, sea cual sea su camino evolutivo, incluso un camino
que desde el punto de vista del ego nos parezca involutivo en muchas ocasiones,
podrá encontrar la luz, podrá unirse a la luz, podrá ser en la luz.
Redención
significa que ningún alma queda atrás, ninguna alma es olvidada, todos los
momentos del camino cobran sentido en la evolución, incluso aquellos que desde
el punto de vista del ego consideramos pecados, incluso aquellos que desde el
punto de vista del ego consideramos errores.
Redención
significa también el derecho a seguir nuestro propio camino, sea cual sea, para
encontrar la luz
Redención
significa también, que pese a que en un momento dado nuestro camino abrace la
sombra, o mejor dicho, gracias a que en un momento dado nuestro camino abraza
la sombra, podremos seguir también nuestro camino hasta que lleguemos a la luz,
y seamos en la luz. No olvidemos que la sombra forma parte del camino, no
olvidemos que abrazar la sombra es abrazarnos a nosotros mismos en nuestra
totalidad, aceptarnos según el principio femenino de la aceptación, para poder
evolucionar hacia la luz.
Aunque la
luz sea aquello hacia lo que tendemos, tenemos que respetar también la ley del
equilibrio, y vivir las experiencias que la sombra tiene para nosotros, para
que en la sombra, para que en la oscuridad, podamos conocernos completamente,
en unidad, en complitud, no percibir solo aquellos aspectos de nosotros mismos
que nuestro ego pueda considerar luminosos, sanos o elevados, si no al contrario,
abrazar todo aquello que somos en su complejidad, en su unidad, para que
nuestra evolución sea completa.
Evolución implica
también cambio, evolución implica también progreso, evolución implica también
sanar, iluminar aquello que necesita ser sanado, aquello que necesita ser
equilibrado en la luz, aquello que necesita ser iluminado. En ese sentido, tenemos
que abrazar todo aquello que somos, que hemos sido y que seremos, para
conocernos en nuestra complitud, en nuestra complejidad y en nuestra unidad. En
ese sentido, no podemos renunciar a ninguna parte de nosotros, pues esa
renuncia equivale también a una negación de aquello que somos, y ningún alma
debe negar aquello que debe experimentar, para poder evolucionar de forma
completa, aquello que negamos nos es devuelto a nuestras experiencias, a
nuestro camino una y otra vez, hasta que al final lo abrazamos, lo aceptamos de
buena fe y lo integramos como parte de nosotros, de nuestro camino. Solo entonces
podemos liberarnos de esa experiencia, sea cual sea, solo entonces nuestro
camino puede seguir en equilibrio.
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