El viento y la marea.
Esposo y mujer.
Esencias que mutuamente se reflejan,
esencias y naturalezas mutuamente interrelacionadas. Una de aparente
superficialidad, otra de aparente profundidad. Todo aquello que somos tiene
esas dos caras, una superficialidad aparente y una profundidad también aparente.
Sólo aparentes, pues ambas están interrelacionadas y tienen componentes, características,
la una de la otra. Nada hay verdaderamente superficial en lo que nosotros
consideramos superficialidad. Nada hay verdaderamente profundo en lo que nosotros
consideramos profundidad, si no es mediante la interrelación de ambos
conceptos, si no es mediante la interrelación del yin y el yang, de los dos
polos, positivo y negativo, que nos
enseñan mediante su relación como debe
recorrerse nuestro camino. Debemos recorrer nuestro camino en equilibrio, en el
equilibrio que sólo nosotros tenemos derecho a decidir, en el equilibrio que
sólo nosotros tenemos derecho a sentir, en el equilibrio que sólo nosotros
podemos detectar en el fluir del
universo. Sólo nosotros tenemos el derecho a decidir cuál es el equilibrio en
el que recorremos nuestro camino, cuál es el equilibrio entre la materialidad y
la espiritualidad, entre el ego y el alma. Sólo nosotros, sin intervención de terceros, podemos decidir
de qué forma recorrer nuestro camino, como acompasar los pasos de dos pies que
en principio parecen opuestos, y sin embargo se interrelacionan y necesitan
mutuamente.
Un camino que se recorre sólo con un
pie es un camino en el que trastabillamos, es un camino en el que tropezamos de
forma constante y recorremos sin soltura, sin alegría, sin verdadera sabiduría.
En este camino ambas partes deben estar equilibradas en el punto que nosotros
decidamos. Nosotros somos el eje en torno al cual se equilibra la balanza, nosotros somos el fiel en torno al cual los
platillos de la balanza deben compensarse.
En ese sentido nosotros somos verdaderos amos absolutos de nuestro
camino, sólo nosotros, sin escuchar la
intervención de terceros, debemos decidir cómo recorrer nuestro camino, qué pie y en qué forma avanzará primero, qué
pie le secundará, cómo apoyarlo, cómo evitar tropezar, cómo lograr nuestras zancadas sean
uniformes, de la longitud y velocidad deseadas, pues sólo nosotros en nuestro
camino tenemos derecho a decidir aquello que acontece, sólo nosotros mediante
la bendición del libre albedrío, estamos en la posesión de esa capacidad completa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario