La pirámide atlante se alzaba sobre uno de los portales dimensionales, concrétamente el que
correspondería al chakra del tercer ojo. En torno a la pirámide se alzaban los
grandes edificios en los que los atlantes se reunían y celebraban lo que
podríamos considerar sus ritos de iniciación, de gobierno, e incluso de
trascendencia a otros planos. En esos ritos el atlante rendía culto siempre a
la luz, al amor y a la sabiduría, siendo siempre ritos iniciaticos, ritos en
los que la trascendencia de los actos en distintos planos se englobaba dentro
de la importancia del rito en sí. Distintos planos, distintas dimensiones,
distintas vibraciones, distintas realidades se aglutinaban en los ritos
atlantes. En los ritos atlantes siempre se partía de un principio básico, la
integración de las distintas realidades, de las distintas vibraciones, de las
distintas dimensiones, en el conjunto de los actos que el rito comprendía, así
como es arriba es abajo, todas las dimensiones conocidas por los atlantes,
todas las vibraciones, toda la realidades estaban englobadas dentro de la
importancia de los ritos. Los gestos se celebraban no sólo en el plano físico
sino en distintos planos, las palabras abarcaban en su vibración, en su energía,
no sólo el plano físico, si no distintos planos y todos y cada uno de ellos
eran considerados de forma igual, de forma equitativa, pues ninguno trascendía
en importancia a los demás planos. En ese sentido los atlantes eran de
extremadamente equitativos, pues sabían que un desajuste en los planos, o en
los chacras o en los portales interdimensionales, causaba un desajuste en toda
la realidad.
Toda la supervivencia del imperio atlante giraba en torno a lo que
podríamos llamar el equilibrio. Lo que podríamos considerar la justa balanza de
los distintos elementos que componen esta realidad. Fue precisamente este
desequilibrio entre los portales dimensionales, e incluso entre los propios
chakras que componían el cuerpo de los atlantes, el que les llevó en cierta
forma, a la extinción del imperio atlante tal y como era conocido en ese
momento. La gran pirámide que albergaba
en su cámara central el portal inter dimensional más importante de todos, se
erigía en el centro neurálgico de lo que podía llamarse el imperio atlante. En
esa gran pirámide el consejo de sabios dirigía con mano férrea pero suave al
mismo tiempo el destino no solo de la Atlántida si no de los portales, puntos
de energía y estaciones y subestaciones espaciales o intraterrenas que el imperio atlante abarcaba.
En ese sentido los atlantes como portadores de luz, comprendían y
respetaban la distinta naturaleza, no sólo de las razas intraterrenas y los lemurianos
o de aquellos que en un momento dado fueron conocidos por los atlantes, si no
también de aquellas razas procedentes de otros partes del espacio exterior, con
las que contactaron en distintos momentos de la historia. Estos contactos, a
veces telepáticos, a veces físicos, formaban parte de lo que podríamos llamar
el devenir continuo del desarrollo de la historia del imperio atlante, en ese
sentido el imperio atlante constituía un foco de luz, de sabiduría, y de amor, allá
donde fuese respetando siempre la idiosincrasia de la cultura de cada
civilización con la que se encontraba, respetando siempre el equilibrio
energético y físico, incluso el cuántico de aquellos puntos de energía y
portales dimensionales que les servían para desplazarse por las distintas
realidades, las distintas vibraciones, las distintas energías que constituyen
en realidad una única vibración, única energía, única dimensión.
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