martes, 7 de marzo de 2017

El Ángel de la Guarda

¿Cómo olvidar al mejor compañero, al más fiel aliado, al más sabio de los maestros? ¿Cómo olvidar a aquel que se levanta de la cama por la mañana con nosotros y por la noche se acuesta a nuestro lado? ¿Cómo olvidar a nuestro centinela, a nuestro amigo, al viento que impulsa nuestras alas y la  mano que acaricia nuestro timón? Al ancla que se arroja y nos ancla en las calas, mecidos por las olas y, todo ello, sin imponer nada, todo ello, con el máximo respeto a nuestro libre albedrío.
Todo ello, ayudándonos como guía, como amigo, como maestro, como mentor,  en la búsqueda de nuestro verdadero camino. El ángel de la guarda, que nos es asignado con pleno consentimiento nuestro antes de encarnar, y nos acompaña más allá del tránsito en lo que nosotros llamamos muerte, es sin lugar a dudas uno de nuestros mayores aliados en nuestro camino, en nuestro verdadero camino, en el camino de la creación de nuestra alma. El ángel de la guarda cumple distintas funciones: es nuestro guía, nuestro protector. Protector, a veces, frente a lo que podíamos llamar entes del bajo astral, aquellos que según las tradiciones son demonios, diablos, parásitos energéticos, o simplemente, ante todo aquello que en cierta forma nos agrede o nos ataca. También es defensa nuestra. Defensa frente a los que, encarnados como  nosotros, en un momento dado puedan interponerse en nuestro verdadero camino, pero siempre con el máximo respeto al libre albedrío. También es nuestro guía y nuestro aliado en aquellos momentos en los que la vida sin darnos apenas cuenta, nos tiende una mano. Allí está nuestro ángel de la guarda. En los pequeños detalles, en las ayudas cotidianas, en esas pequeñas casualidades sin sentido aparente, que nos encaminan en la dirección correcta, en ese pequeño viento que nos empuja, en ese pequeño rayo de sol que nos alumbra.  
Allí está nuestro ángel de la guarda. En ese hueco que encontramos para aparcar o en la sonrisa de un niño que nos alegra el día. Ahí está nuestro ángel de la guarda. En los pequeños detalles que hacen que el día más duro sea soportable, ahí está nuestro ángel de la guarda. En el desvío del camino, esa voz que retumba dentro de nosotros como si fuera nuestra conciencia pero ligeramente distinta. Ahí está nuestro ángel de la guarda. Llevándonos siempre con nuestro, permiso de forma suave y sutil hacia nuestro verdadero camino, protegiéndonos de aquello que algunos llaman envidia, celos, ira u odio, distintos pecados para una misma energía negativa.
Ahí está nuestro ángel de la guarda, reforzandonos en las cortas decisiones para seguir nuestro auténtico camino. Ahí está nuestro ángel de la guarda. Siendo nuestro centinela nocturno y nuestro guía diurno, acompañándonos cuando nuestra alma sale de nuestro cuerpo físico y emprende su viaje astral. Ahí está nuestro ángel de la guarda. Muchas veces ignorado, siempre presente. Ahí está nuestro ángel de la guarda. Guiándonos en el mundo onírico, en el mundo de los sueños, permitiéndonos realizar aquellas misiones que nos han sido encomendadas, ayudándonos a llegar a aquellos sitios, si es que la palabra sitio tiene algún sentido en este mundo, donde nuestra alma quiere ir,  guiándonos como una brújula, escudándonos frente a los distintos ataques que el día a día hace presentes, sonriéndonos, ayudándonos y  también, por qué no decirlo, evitando a veces que nuestras propias decisiones tengan demasiada severidad en sus repercusiones, siendo la mano suave que enseña, la mano suave que nos es tendida, pero nunca la mano suave que nos aleja de nuestro propio camino, pues siempre es máximo el respeto que el ángel de la guarda tiene hacia nuestras decisiones y nuestro libre albedrío, lo cual no es óbice, no es problema, para que sea siempre una mano amiga que nos ayuda a seguir en nuestro propio camino.
 Hay que diferenciar, pues es muy importante, la ayuda sutil que nos ayuda a seguir nuestro propio camino, de la influencia hostil que nos aparta de él. Esa es la primera lección que todo ángel de la guarda conoce, y a esa lección dedica el máximo de sus respetos, pues un ángel de la guarda siempre tiene encomendada la guía y la ayuda en, nuestro verdadero camino. Nunca la de alejarnos de él. Nunca, bajo ningún concepto, viola nuestro libre albedrío aún cuando conculque la decisión de seguir un determinado camino alejándonos de él. Incluso en ese caso, nuestro libre albedrío prevalece.
 Sí que es  cierto, sin embargo, que el ángel de la guarda puede, en cierta forma, recordarnos cuál es nuestro verdadero camino, aquel camino del  que en un momento dado nuestro ego nos aleja. En ese sentido, muchos son los ardides que tiene un ángel de la guarda para actuar de forma que nosotros consideramos indirecta, a veces casual, muchas veces sin darnos  cuenta, pero siempre está presente. En la mano amiga, en el grito de advertencia que no sabemos de dónde procede pero evita un accidente, o en ese ligero toque que nos hace volver a prestar atención al volante cuando nos habíamos despistado, o en la voz que  retumba dentro nuestro para recordarnos algo que habíamos olvidado.
 Ahí está presente nuestro ángel de la guarda. Una voz que a veces confundimos con la conciencia, una voz cuyo origen a veces desconocemos, una voz que aunque está presente en religiones y tradiciones esotéricas, no se le da la verdadera importancia que tiene. A veces menospreciamos y subestimamos el verdadero papel de nuestro mejor amigo, de nuestro más fiel aliado, de nuestro mejor acompañante, de un auténtico maestro, sin embargo en cierta forma tímido, pues pocas veces se hace presente de forma notoria. Modesto, pues no se hace valer en todo lo que sabe y en todo lo que vale.
Humilde, pues no se enorgullece de la gran misión que desempeña a lo largo de, no sólo nuestra vida, no sólo a  lo largo de nuestras sucesivas vidas, si no todo el continuo desarrollo de nuestra alma. Sabio, pues distingue aquello que nos conviene y en la práctica lo pone. Un gran maestro, un gran amigo, un gran aliado. El mejor de ellos en muchas ocasiones. Un ángel de la guarda es una bendición, una ayuda inestimable que Padre y Madre creadores puso a nuestra disposición, con un amor incondicional, con una lealtad infinita, siempre dispuesto a ayudarnos en nuestro camino.
El ángel de la guarda, que emprende el camino físico junto a nosotros, él en forma etérea, pero  siempre junto a nosotros en nuestro camino físico, antes de él incluso, después de él incluso, nos acompaña de forma constante. Nunca se aparta de nuestro lado. Es verdad que para no conculcar la libertad que tenemos, el libre albedrío, a veces omite una acción o una palabra, pero sabe que lo hace por amor, por sabiduría, por permitirnos experimentar aquello que debe ser experimentado. Y sin embargo tiene también la suficiente sabiduría para saber cuándo debe interponer su mano, de forma suave, sin forzar nuestro camino, simplemente con una caricia que guía el timón de nuestro barco en la dirección correcta, alejándonos de los peligrosos acantilados o de los insondables peligros que a veces la vida oculta. La vida es como el océano, , procelosa, profunda, a veces parece tranquila y esconde grandes corrientes, otras veces se alborota y se convierte en  una tempestad, en un maremoto de proporciones inimaginables.
Siempre a nuestro lado está este fiel timonel, o más bien, esta sombra que siempre permanece al lado nuestro y que de forma discreta nos ayuda guiándonos con su luz, con su sabiduría y también, muchas veces con una simple sonrisa, pues la sonrisa es muchas veces la mejor de las guías, la sonrisa en la cara de un  niño, la sonrisa tierna en la cara de la madre, la sonrisa amorosa en la cara del padre. Todo eso y mucho más es un reflejo de nuestro ángel de la guarda, que nos indica con leves señales, con pequeños giros del destino, cuál es nuestro mejor camino, el camino elegido, el camino correcto, el camino que deberíamos seguir y del cual nuestro ego a veces nos aparta.
 Gracias ángel de la guarda por todo aquello que derramas sobre nosotros, por tanta sabiduría bondad y amor, por tanto coraje, por tanta alegría, y por todos y cada uno de los actos y omisiones que realizaste a nuestro favor. Gracias por ellos y perdona que a  veces seamos tan inconscientes de tu trabajo.
 Sin  embargo en tu humildad, en tu amor, en tu sabiduría, encontramos nuestro regocijo.
 Gracias, ángel de la guarda, gracias por tu compañía.
   


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