domingo, 19 de febrero de 2017

El Mercader

El mercader no era hombre, no era mujer. No era más que un boceto,  una figura en la penumbra, una figura que se disolvía en una nube de proyectos.
El mercader todavía no estaba definido, era un camino que emprender, era una figura a la que adaptarse para aprender de la mejor manera posible aquellas realidades, aquellas experiencias , aquellas lecciones de sabiduría que una dimensión dual puede contener.
El mercader era un proyecto de un alma, el proyecto de cómo abarcar, cómo enfrentar, cómo caminar un camino. El proyecto de lo que podías llegar a ser, y el proyecto de lo que partías siendo. El proyecto de las promesas , de las vicisitudes del camino, de las experiencias, de enfrentarse a los miedos, de ayudarse en los aliados, y de encontrar de una manera natural, aquello que hay que encontrar a lo largo del camino.
El mercader era el alma, el alma que traza un camino, un camino trazado antes de la encarnación, antes de vestir un traje de carne y hueso, de sangre y músculo y un corazón que bombea.
El mercader era un futuro lleno de posibilidades, un futuro en el que pocas cosas estaban marcadas, pocas cosas estaban escritas sobre granito, muy pocas de hecho.
El mercader era sobre todo potencialidad, la potencialidad para recorrer un camino con el libre albedrío, basándose en nuestras propias decisiones,  no en nada impuesto, nada impuesto por un dios tiránico, nada impuesto por las estrellas o las runas, ni por las cartas sagradas del tarot.
Sin imposiciones, en libertad, en sabiduría,  el mercader era un proyecto. Un proyecto para emprender en carne y hueso, en sangre y músculo, en corazón que bombea. Pero también en sueños, moviéndonos en distintas realidades, en distintas dimensiones, que se vertebran y se integran en sólo una.
El mercader, el mercader era promesa del conocimiento, de aprender. De aprender sobre la lluvia en el rostro y sobre el sol en la espalda. De aprender sobre el dolor y el placer, sobre los besos y sobre el odio, sobre el amor y sobre la violencia.
Aprender en definitiva, aquello que el alma necesita en un momento dado experimentar.

El mercader era simplemente un boceto, un proyecto de un camino trazado en un futuro, cuando en realidad el futuro, el tiempo en sí, no existe.

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