sábado, 11 de febrero de 2017

Espada

Empuñó su espada. Esa espada larga, afilada, empañada en el rojo de la avaricia y el poder, que tantas veces había empuñado. La miró, contempló absorto cada muesca, cada golpe que la había mellado y vio reflejado el honor de su familia, sus promesas y juramentos de lealtad a su señor, su fe, sus errores y sus aciertos y vio la empuñadura  y vió en ella su infancia, su niñez, su pubertad.
 Vió cada mujer y cada hombre que en su camino se habían cruzado. Vió cómo en cada golpe, en cada estocada, el daño que había infringido le había enseñado a él pero también había enseñado a su víctima. Vió cómo a estas horas, a estas alturas de su camino, en realidad no había víctimas y verdugos. Ni siquiera había maestros y alumnos, sólo había compañeros de camino que mutuamente se enseñaban a través del amor o a través de la violencia.
 Verdades, secretos y a veces, por qué no decirlo, mentiras del ego, de cómo las luces y las sombras bailaban un baile eterno de sabiduría e  ignorancia. Cómo la ocultación,  la verdad y la mentira y la sabiduría bailaban eternamente una danza que desde fuera parecía sin sentido pero que estaba perfectamente regulada por un mecanismo,mecanismo que no nos era posible comprender, no a estas alturas del camino.
 Vió cómo su espada ahora se quebraba y cómo el viento se llevaba los trozos de acero lejos de él. Contempló cómo el universo volvía a girar y cómo su otrora yo se transformaba. Vio cómo su semilla germinaba de nuevo, de nuevo daba fruto, de nuevo crecía, de nuevo maduraba y de nuevo se disponía para ser cosechada y vió cómo el universo giraba una y otra vez  sobre sí mismo y vió cómo él  volvía a transformarse.
 Vio cómo al final sólo somos ciclos, ciclos que son renovados unos y relevados otros, en busca de nuevos egos, de nuevos yoes, de nuevas lecciones y vio cómo sólo la semilla es eterna, esa semilla que une nuestras distintas vidas, que une nuestros distintos pasados, presentes y futuros, aquello que ha sido, que son y que serán. Vió su reflejo en la corriente que da continuidad a aquello que somos, aquello que realmente somos.
 Vió cómo la mano que antes sujetaba una espada, ahora sujetaba una rosa y vio cómo esa rosa se marchitaba y cómo los pétalos caían y vió cómo otra rosa la sustituía de nuevo y vió cómo su ciclo era eterno, era infinito y a la vez finito, pero hay cosas que no empiezan ni terminan pues son eternas.


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