sábado, 11 de febrero de 2017

El miedo

Le volví a encontrar en el camino. Mi fiel amigo, mi leal maestro. El miedo. Como tantas otras veces en el pasado, en el presente, en el futuro. A su lado caminaba su hermana y su madre amantísima: la ignorancia. Orgullosa, prepotente, segura de sí misma, sin dudas, ciega. Detrás, su amo, su creador, su padre: el ego.
 Los tres sonrieron y mis piernas flaquearon.
 Miré al suelo desesperanzado y  lágrimas rodaron de mis ojos y, en el suelo, esas lágrimas hicieron germinar semillas y de esas semillas nacieron flores, y una fue la fe y la  otra, su hermana  pequeña,  la esperanza. Y miré mi mano diestra, antes vacía, y ahora empuñaba una espada de acero, el valor, el coraje. Y miré mi mano izquierda antes yerma, hueca, vacía,y ahora estaba llena de la más hermosa de todas las monedas: la compasión.
Y oí por encima mío, el aleteo del águila, su grito y ví su esplendor y su hermosura: la sabiduría. Y ví cómo sus ojos penetraban en el horizonte y ví cómo ella conocía los caminos, las encrucijadas y las decisiones que debían ser tomadas y miré más arriba aún y ví el sol, el amor derramándose sobre mí, volviendo mi espada de acero en oro templando  mi piel helada por el miedo, penetrando en la bruma y la oscuridad que el miedo y la ignorancia tejían a mi alrededor, calentando mi corazón, haciendo germinar, crecer cada vez más fuerte, la esperanza, la fe. Y las monedas de la compasión fueron aún más valiosas y mis ojos escudriñaron el horizonte y sonreí.
El miedo, la ignorancia, el ego, se apartaron de mi camino y mis pies lo recorrieron de nuevo. Atrás quedaron, siempre atentos, siempre esperando, siempre dispuestos a enseñarme otra lección, siempre dispuestos a encontrarles en un recodo del camino cuando menos lo espero, cuando más los necesito, para que todas y cada una de las lecciones de mi camino, sean aprendidas en el momento que deban ser aprendidas, para que  todas y cada una de las lecciones de mi camino, sean aprendidas, superadas y olvidadas, para emprender de nuevo el mismo camino una y otra vez, hasta que el camino y yo, nos fundamos de nuevo y seamos uno y el ciclo se repita una y otra vez hasta mi vuelta al origen.


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