Algunas almas son nieve pues en su nívea pureza, nos resguardan
del ardiente fuego. Y eso, está bien. Algunas almas son fuego , pues en su calor encontramos protección y resguardo
del frio invierno. Y eso está bien. Algunas almas son negro carbón que alimentan
el poderoso fuego. Y eso está bien.
Algunas almas son espadas pues rasgan el velo que separa
aquello que nosotros consideramos dos realidades. Y eso está bien. Algunas
almas son azadas pues siembran el campo para que la cosecha germine. Y eso está
bien. Otras almas son sol que iluminan el camino de aquellos que le rodean
guiándolos. Y eso está bien.
Algunas almas son pescadores que atrapan en sus redes aquellos que necesitan protección,
cuidado y resguardo. Y eso está bien. Otras almas son vagabundos, errantes, sin
hogar, sin destino ni procedencia. Y eso está bien. Algunas almas son hogar y
en su entorno protegen y acogen aquellos que buscan refugio. Y eso está bien.
Todos y cada uno de
nosotros, todos y cada uno de los que hoy
caminamos envueltos en carne y hueso, en sangre y músculo, en un corazón
que bombea, somos todo eso. Somos distintas faces de un diamante, distintas
caras de una misma realidad, distintas dimensiones de un mismo núcleo,
distintas historias para ser contadas en distintos momentos, para ser
compartidas como alimento de sabiduría con aquellos que en un momento dado,
cuando el tiempo y el espacio no existe, se reúnan con nosotros.
Y eso está bien, pues
al fin y al cabo todo aquello que procede del Verbo Divino está bien. El inhaló
y exhaló su voluntad, su esencia, su naturaleza y su semilla en todos y cada
uno de nosotros. Y eso está bien. Pues somos en El y El es en nosotros. Y eso
está bien.
Y así ha sido y así
será hasta el fin de aquello que llamamos tiempo, aquello que en realidad no
existe y que nosotros mismos urdimos, construimos y tejimos para cegarnos, pero
también, también, eso está bien.
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