sábado, 11 de febrero de 2017

Ella y el rio

Ella se desnudó. Junto a su blusa, cayó el amor que profesaba a su marido y a sus hijos. Cayó la ternura con los que la abrazaban, los besos de amante, las sonrisas a media noche. Cayó el trabajo, el esfuerzo, el sacrificio dedicado a su familia. Con su falda cayeron los miedos, los anhelos, los temores, todo lo que constituye su niñez. Cayó su adolescencia, en busca de un trabajo, de un marido, de una familia. Cayeron sus sueños, cayeron sus temores, cayó todo.
Se introdujo en el río y el agua borró sus recuerdos. Se llevó las caricias de sus hijos, los besos de su madre, las lágrimas de su padre. Todo se lo llevó el agua. Vio en la ribera sombras difuminadas por la niebla y reconoció a su familia, a sus amigos, a sus amantes, a sus enemigos y vio cómo la niebla los fundía y difuminaba y supo que no les volvería a ver, no en esa forma, pero también supo que en sus ojos, siempre encontraría una ventana a aquello que eran realmente, a aquello que han sido, que son y que serán.
 Vio su reflejo en la corriente y vio cómo el reflejo se distorsionaba. Vio cómo  el agua que se llevaba todo también la cambiaba a ella. Vio cómo sus manos suaves, largas, gráciles, femeninas, se convertían en unas toscas manos de un leñador. Vio cómo sus brazos antes suaves, ahora se convertían en musculados, cubiertos de un vello oscuro, casi negro. Vio cómo su cara se poblaba de una densa barba. Vio cómo antes suave, rubio pelo se transformaba en un pelo negro y osco. Vio cómo su cuerpo cambiaba, como su voz adquiría otra modulación y vio cómo todo, su propia identidad, su propio yo,  se fundía con el agua para alejarse.
 Miró de nuevo la ribera y vio cómo de la niebla emergían otras formas. Formas de hombres y mujeres que no reconocía, pero vio que el brillo de sus ojos era el mismo. Vio en ella antiguos amantes, antiguos amigos, antiguas familias, antiguos enemigos. A todos aquellos que un día caminaron junto a ella y vio que caminarían de nuevo a su lado bajo otras formas, con otros nombres, con otros sueños,  con otras metas, pero siempre siendo ellos.
 Miró sus anteriormente delicadas manos, convertidas ahora en poderosas y musculadas y vio el sol que todo transmuta, el gran alquimista que todo lo cambia, que permite que la nueva vida se abra paso y decidió que una nueva vida debía esperarla  y que estaba dispuesta a emprender ese nuevo camino y emergió de las aguas y olvidó quién fue, quién había sido en otros momentos y dio gracias al creador por permitirle partir de cero, por ser de nuevo un niño dispuesto a aprender y se encaminó, se encaminó hacia la sombra de la niebla y su rostro se difuminó con el de los otros rostros que la esperaban dispuestos a emprender con ella, con él,  un nuevo camino.


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