Ella se desnudó. Junto a su blusa, cayó el amor que profesaba
a su marido y a sus hijos. Cayó la ternura con los que la abrazaban, los besos
de amante, las sonrisas a media noche. Cayó el trabajo, el esfuerzo, el
sacrificio dedicado a su familia. Con su falda cayeron los miedos, los anhelos,
los temores, todo lo que constituye su niñez. Cayó su adolescencia, en busca de
un trabajo, de un marido, de una familia. Cayeron sus sueños, cayeron sus
temores, cayó todo.
Se introdujo en el río y el agua borró sus recuerdos. Se
llevó las caricias de sus hijos, los besos de su madre, las lágrimas de su
padre. Todo se lo llevó el agua. Vio en la ribera sombras difuminadas por la
niebla y reconoció a su familia, a sus amigos, a sus amantes, a sus enemigos y
vio cómo la niebla los fundía y difuminaba y supo que no les volvería a ver, no
en esa forma, pero también supo que en sus ojos, siempre encontraría una
ventana a aquello que eran realmente, a aquello que han sido, que son y que
serán.
Vio su reflejo en la
corriente y vio cómo el reflejo se distorsionaba. Vio cómo el agua que se llevaba todo también la
cambiaba a ella. Vio cómo sus manos suaves, largas, gráciles, femeninas, se
convertían en unas toscas manos de un leñador. Vio cómo sus brazos antes
suaves, ahora se convertían en musculados, cubiertos de un vello oscuro, casi
negro. Vio cómo su cara se poblaba de una densa barba. Vio cómo antes suave,
rubio pelo se transformaba en un pelo negro y osco. Vio cómo su cuerpo
cambiaba, como su voz adquiría otra modulación y vio cómo todo, su propia
identidad, su propio yo, se fundía con
el agua para alejarse.
Miró de nuevo la
ribera y vio cómo de la niebla emergían otras formas. Formas de hombres y
mujeres que no reconocía, pero vio que el brillo de sus ojos era el mismo. Vio
en ella antiguos amantes, antiguos amigos, antiguas familias, antiguos
enemigos. A todos aquellos que un día caminaron junto a ella y vio que
caminarían de nuevo a su lado bajo otras formas, con otros nombres, con otros
sueños, con otras metas, pero siempre
siendo ellos.
Miró sus anteriormente
delicadas manos, convertidas ahora en poderosas y musculadas y vio el sol que
todo transmuta, el gran alquimista que todo lo cambia, que permite que la nueva
vida se abra paso y decidió que una nueva vida debía esperarla y que estaba dispuesta a emprender ese nuevo
camino y emergió de las aguas y olvidó quién fue, quién había sido en otros
momentos y dio gracias al creador por permitirle partir de cero, por ser de
nuevo un niño dispuesto a aprender y se encaminó, se encaminó hacia la sombra
de la niebla y su rostro se difuminó con el de los otros rostros que la
esperaban dispuestos a emprender con ella, con él, un nuevo camino.
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